Los nervios periféricos recorren el cuerpo entero buscando sitios de lesión y así notificar al sistema nervioso de que algo no está bien. La radiofrecuencia es un conjunto de aparatos electrónicos que tienen la capacidad de proporcionar un impulso eléctrico suave que, al ser aplicado en nervios periféricos les ocasiona neutralización. Este impulso eléctrico (de alta frecuencia y baja intensidad, por lo que no existen riesgos de electrocución) genera un pequeño aumento de la temperatura en el sitio en que es aplicado, si esto ocurre cerca de un nervio, este detendrá el transporte de impulsos nerviosos (también de tipo eléctrico) y cesará, al punto de que el sistema nervioso central no recibirán “notificaciones de dolor” y por ende, no hay percepción de dolor. Esta disminución de la capacidad de impulso suele ser perdurable, lo que hace que el tratamiento no tenga que ser repetido muchas veces. Es importante destacar que la radiofrecuencia utilizada puede ser de dos tipos: convencional (ya explicada) y pulsátil (que crea un campo electromagnético en el área); en todo caso, será el médico anestesista, el encargado de decidir cuál de ambas es la más adecuada al caso.